"LA HOJITA" marzo - 2.011

En el N. 60 que corresponde al mes de Marzo de 2011 se incluye, en portada, el siguiente artículo:

“HAZME UNA CRUZ SENCILLA CARPINTERO…”

 … Una cruz sencilla, carpintero, sin añadidos ni ornamentos, que se vean desnudos los maderos…, y decididamente rectos. Los brazos en abrazo hacia la Tierra, el astil disparándose a los cielos”. Con esta sencillez y la habitual fuerza de su poesía, se manifestaba León Felipe, uno de nuestros poetas más inspirados del pasado siglo. Un hombre profundamente honrado consigo mismo que después de haber recorrido innumerables caminos durante su vida, al final confesaba que: “… Mi poesía salvo los momentos que tienen un aliento de plegaria, la rompería, la quemaría toda…”

Probablemente una de las principales causas de la actual crisis religiosa sea la falta de sencillez de nuestra manifestación de la fe cristiana. Somos propensos a revestir el mensaje evangélico con demasiados añadidos extraños. En siglos pasados llegó a presentarse al Crucificado como símbolo de poder y de fuerza. En nuestros días, entre otros ropajes se suele presentar, como un atractivo cultural-turístico demasiado efímero. Una buena parte de las iglesias, son visitadas por muchas personas incluso creyentes, con una cámara de fotos ó de video, sin que apenas hay entre ellas un pequeño grupo que experimente el aliento de la plegaria, que decía nuestro poeta.

Y sin embargo el Crucificado, es el Hijo de Dios, Creador del Cielo y de la Tierra, que se anonadó, que se humilló… hasta la muerte, y muerte de cruz. Jesucristo murió indefenso y apenas acompañado por unas pocas mujeres. Creemos sinceramente que es el acontecimiento cumbre en la historia de la humanidad. Jesucristo ha llegado a  la hondura más profunda de la existencia del ser humano, compartiendo sus límites más oscuros, para dar esperanza y fortalecer las vidas más olvidadas, las que aparentemente no tienen sentido alguno, las que están cubiertas de tinieblas como en el momento en que Él moría en la Cruz. Nada hay comparable a lo sucedido en el monte Calvario.

Con la muerte en la Cruz, Jesús, daba cumplimiento al compromiso de su palabra: “Nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos.” No hay otro camino evangelizador que el testimonio o la manifestación  del amor a través de la cruz desnuda. Ya hace más de treinta años, el Papa Pablo VI, una de las mentes más preclaras del sigo pasado, exhortaba a los evangelizadores con estas palabras: "El hombre contemporáneo escucha más a gusto a los que dan testimonio que a los que enseñan, o si escuchan a los que enseñan es porque dan testimonio".