El pasado 11
de Marzo, el P. Constantino cumplió cien años de su nacimiento, de
los que ochenta peregrinó por esta tierra haciendo el bien, y los
otros veinte oteando y animando desde el cielo a los peregrinos y
gentes de buena voluntad que acuden durante el año a visitar a
Nuestra Señora en su Santuario de la Peña de Francia.
El P.
Constantino nació en un hogar de agricultores, profundamente
creyentes y muy devotos de la Virgen, en Ullívarri-Gamboa (Vitoria).
La plegaria del Angelus al iniciar el día, la misa y el rezo del
rosario diariamente, para concluir la jornada diaria con el recuerdo
de los que ya habían descansado en la paz del Señor, era el aire que
ambientaba la vida de estas moradas familiares en donde se tenía
bien claro el sentido de sus vidas: peregrinos de una eternidad.
Ingresó el
P. Constantino a los once años en la Orden Dominicana, recibiendo su
ordenación sacerdotal a comienzos del año 1936, vísperas de los
acontecimientos dolorosos, que pocos meses después sufriría el
pueblo español, siendo una de sus víctimas su hermano sacerdote,
Federico, acontecimiento que siempre le acompañaría. El 9 de Julio
de 1947, será una fecha clave en la vida del P. Constantino: es
nombrado Rector del Santuario de la Peña de Francia. Durante
veintiséis años se dedicó en cuerpo y alma a la restauración física
y espiritual del Santuario, aunque bien pudiéramos decir, que desde
que se hizo cargo de la Peña de Francia hasta el 24 de Mayo de 1991
en que entregó su vida al buen Dios, su vida entera, sus gozos y
sufrimientos, estuvieron unidos al servicio de Nuestra Señora de la
Peña de Francia.
En este
recuerdo breve y agradecido que hacemos de su cumpleaños centenario
desde la Peña de Francia, apenas podemos señalar algunos aspectos de
su rica personalidad religiosa y humana. Digamos que fue un hombre
de absoluta generosidad en su tarea evangelizadora. Bajo el
lema “la Virgen lo quiere”, no tuvo descanso en su
celo apostólico por llevar el mensaje del evangelio a través del
espíritu maternal y entrañable de Nuestra Señora. Como tampoco se
dio por vencido hasta lograr restaurar el Santuario y la Hospedería.
Fue un hombre de una gran fortaleza espiritual que nunca se
echó para atrás ante las dificultades e incomprensiones de sus
proyectos.
Pero sobre
todo fue un hombre de Dios. Y siempre uniendo su confianza en Dios
en el amparo y protección de Nuestra Señora. De ahí su gran
fortaleza. En su testamento espiritual de sus últimos días nos dejó
esta declaración de su vida: “Conste que soy pobre, y no tengo
nada, y no quiero tener nada” . “Que nada se diga de mi en
alabanzas, que algo de eso (de la Peña), me hace mirar a la Virgen y
decirle: <<Sí, todo es tuyo, y hecho por ti>>”.
Los que
hemos recibido esta hermosa herencia del P. Constantino, quisiéramos
que en su centenario, nos comunicara algo de su fortaleza espiritual
para que el Santuario de la Peña de Francia y la benemérita
Hospedería fueran hogares acogedores para las gentes humildes y
sencillas, como lo fueron bajo la tutela y el entusiasmo mariano
del P. Constantino.
|