Andan los
responsables económicos, políticos, sindicalistas, sociólogos…,
reunidos en interminables jornadas de trabajo para sacarnos del
atolladero, o al menos aliviarnos de esta dura crisis, que ha
llevado la angustia a muchas familias para poder subsistir a diario.
Debe haber algunas otras causas más profundas, cuando las mentes más
preclaras de nuestra economía apenas encuentran una salida aceptable
de la crisis.
En esta
problemática situación en que vivimos, de vez en cuando y
tímidamente alguien hace alusión a la falta de valores humanos
(falta de virtudes se decía en otros tiempos). Creemos,
que ese es el gran problema de fondo de nuestra sociedad, que
engreídamente llamamos “del Bienestar”. Antes que nada hay
que sanear el corazón humano, desterrando de él, el egoísmo, la
avaricia, el orgullo, el hedonismo, la mentira, abriendo los
horizontes de la vida a la generosidad, la austeridad, la compasión,
la solidaridad, la honradez...
Hay que
reconocer que esta tarea puede ser más difícil, y de hecho lo es,
que los duros ajustes económicos que desean imponernos los grandes
gurús que administran las finanzas. De hecho nuestros juzgados se
ven desbordados por las innumerables y permanentes denuncias de
grandes estafas económicas, incumplimiento de contratos, evasión de
capitales, trabajos mal realizados y un largo etcétera más.
En este
sentido el mensaje de Jesús en el Evangelio no admite dudas ni
interpretaciones. Es absolutamente clarividente y radical: “¡Ay
de vosotros ricos, porque habéis recibido vuestro consuelo! ¡Ay de
vosotros los que ahora estáis hartos, porque tendréis hambre! ¡Ay de
vosotros los que ahora reís, porque gemiréis y lloraréis!..” (Lc.
6, 24-26).
Hasta en los
labios de María, la joven judía de Nazaret escogida para ser Madre
del Hijo de Dios, sale una hermosa plegaria reivindicativa hacia los
más olvidados de la tierra: “Mi alma engrandece al Señor y exulta
de júbilo mi espíritu en Dios mi Salvador…, porque derribó a los
potentados de sus tronos y ensalzó a los humildes. A los hambrientos
los llenó de bienes y a los ricos los despidió vacíos…” (Lc. 1,
46-53).
Detrás de
estas radicales expresiones evangélicas, está la clave ética del
mensaje de Jesús para unas buenas y pacíficas relaciones humanas: “Tratad
a los hombres de la manera en que vosotros queréis ser tratados… La
medida que con otros usareis, esa se usará con vosotros” (Lc 6,
31-38). Creemos que esta manera de entender la vida nos haría más
felices a todos y evitaría muchos sufrimientos inútiles.
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