Ante los
sufrimientos y sinsentidos más profundos de nuestra vida, la mayor
parte de las veces lo único que sabemos hacer es guardar un
respetuoso silencio. Apenas tenemos palabras para consolar a
aquellas personas que vienen con lágrimas en los ojos para decirnos
que les acaban de comunicar una enfermedad grave, o que
recientemente han perdido a un ser muy querido. El dolor es tan
profundo en estos casos que quizás lo más adecuado es guardar un
respetuoso y cariñoso silencio.
Solamente
hay una luz que puede iluminar y abrir una ventana a un horizonte de
esperanza en estos oscuros y cerrados callejones de nuestra vida:
Jesucristo, el Hijo de Dios, despreciado, torturado, crucificado
y muerto, envuelto en unas densas tinieblas. Él no ha sido
un Dios que haya usado el privilegio de su divinidad para librarse
del lado más oscuro y limitado de la existencia. No. Él ha sido
nuestro compañero más fiel en la apasionante aventura de nuestra
peregrinación por la vida. Él ha recorrido y se ha sumergido en los
pozos más ciegos de los límites de nuestra existencia.
Pero si
Jesús ha apurado hasta la muerte nuestra condición humana, es para
que todos nosotros tengamos confianza en sus palabras de vida
eterna. Su vida enterrada en el desolado campo de nuestra vida
terrena, ha brotado con fuerza en la más hermosa primavera jamás
soñada para los seres humanos. Todas las tinieblas y sinsentidos de
nuestra limitación humana han desaparecido mientras la más bella de
las auroras nos anunciaba la espléndida luz de Jesús Resucitado. Él
ha sido la primera espiga que ha abierto la esperanza en un campo
sembrado de hermosas semillas de bondad.
Terminamos
nuestra breve reflexión con las impresionantes palabras del diario
de un joven seminarista que moría de cáncer poco antes de ser
ordenado sacerdote: “Mi enfermedad ha jugado una parte
importante en mi camino hacia Dios, la paz y la libertad. El viaje
no es en absoluto fácil; pero cuando avanzas hacia la luz al final
del túnel y sientes su calidez, saboreas su paz y su libertad,
entonces oyes el bullicio de la multitud de los ángeles que te
animan a alabar a Dios que nos atrae hacia la luz.”
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