"LA HOJITA" junio - 2.012

En el N. 65 que corresponde al mes de Junio de 2012 se incluye, en portada, el siguiente artículo:

 

"LOS MANANTIALES DE AGUA CRISTALINA Y FRESCA"

 

 

Después de un duro invierno en que apenas se han hecho presentes la lluvia y la nieve, los manantiales, agotados sus reservorios de agua, tan solo dejaban correr por las fuentes un tenue y debilitado hilo de agua, mientras nuestras tierras de cultivo aparecían resecas y sombrías de esperanza, agonizando lentamente la vida acogida en la austeridad de sus entrañas.

 

Afortunadamente la madre naturaleza en los primeros días de la primavera ha respondido a nuestros agobios, dejando caer sobre la tierra el agua tan deseada. Al fin hemos vuelto a ver el hermoso manto verde, brotando de los surcos de los campos, y a escuchar de nuevo la oferta generosa y serena del agua de nuestras fuentes.

 

Necesitamos el agua para la vida. No hay cosa que más agradezca el caminante,  fatigado por el esfuerzo después de un duro ascenso a la montaña, que encontrar un manantial de agua cristalina y fresca. Esa agua, que brota  por los resquicios anónimos de nuestras montañas, aliviando nuestros cansancios para reemprender con nuevo ánimo la andadura de nuestro camino.    

 

Jesús en entrañable conversación con una mujer samaritana junto a uno de los pozos de agua, tan apreciados en las secas tierras de Palestina, habla de un agua viva capaz de quitar la sed para siempre. Indudablemente, Jesús no hablaba del agua material como la del pozo de Samaria donde tenía que acudir todos los días la mujer para aliviar su sed. Habla de un agua que sacia por completo la sed de los grandes deseos del alma humana. La mujer samaritana  sedienta de esa profunda felicidad que anhela todo ser humano, no acababa de encontrar el manantial de agua cristalina y fresca que saciara sus deseos más profundos y verdaderos, hasta que se encontró con Jesús.

 

Muchos de nuestros problemas, desconciertos, frustraciones humanas, son causados por querer saciar nuestros innatos deseos de felicidad en fuentes efímeras y equivocadas, que aunque de momento parecen aliviar nuestra sed, a la larga  dejan los campos de nuestras vidas como tierras baldías y resecas. Es urgente implorar para la humanidad el agua viva del autentico amor manifestado por Jesús, que fecunde y llene de esperanza nuestras vidas.

 

Víspera de su muerte Jesús lanzó un clamor de anhelo y de esperanza a la humanidad: “Si alguno tiene sed , venga a mí y beba… De su seno correrán ríos de agua viva”.