"LA HOJITA" septiembre - 2.015 |
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En el N. 78 que corresponde al mes de Septiembre de 2015 se incluye, en portada, el siguiente artículo: |
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"CONOCERSE A SI MISMO... " |
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Haciendo memoria del quinto centenario del nacimiento de Santa Teresa, que celebramos en el presente año, quisiéramos empezar esta pequeña reflexión acerca del conocimiento de nosotros mismos con unos textos de la Santa. Con su acostumbrada profundidad y clarividencia nos dice: “Es cosa tan importante este conocernos, que no querría en ello hubiese jamás relajación, por subidas que estéis en los cielos; pues mientras estamos en esta tierra, no hay cosa más importante que la humildad.”
Para Santa Teresa el conocimiento de nosotros mismos, nos lleva siempre de la mano a reconocer nuestro ser de criaturas limitadas, con nuestros fallos y errores, necesitando de continuo la misericordia del Buen Dios: “... Pues pensar que hemos de entrar en el cielo y no entrar en nosotros, conociéndonos y considerando nuestra miseria y lo que debemos a Dios y pidiéndole muchas veces misericordia, es desatino.”
Hay en nuestra sociedad un afán desmedido de conocer cosas, lugares, personas... En principio este deseo no tendría porque ser malo, sino todo lo contrario; sobre todo si este conocimiento exterior, nos ayuda a conocernos a nosotros mismos. Lo que si puede ser lamentable, es que el acaparamiento de conocimientos exteriores, nos aleje y nos distraiga del primer y principal conocimiento de nuestra vida, que no puede ser otro, que el de nosotros mismos. ¡Qué pena marcharnos de esta vida sin habernos conocido, haber sido ignorantes de nuestra intimidad, o tener un conocimiento falso de lo que en realidad somos!
Parece ser, según señala la Santa de Ávila, que la señal de que andamos en el buen camino de nuestro conocimiento interior, es ser conscientes de nuestras limitaciones, de nuestros encubiertos egoísmos, de nuestros equivocados juicios, de nuestras desidias y apatías, de nuestras continuas ingratitudes... Conocer estas múltiples limitaciones, no es para hundirnos en la desesperanza, sino para acudir con humildad y sencillez en busca de la ayuda y el cobijo de Dios, que es el Padre Bondadoso, y Sanador de las cicatrices de nuestras heridas. Bajo su luz y su fortaleza, podremos sanear nuestro camino y recorrerlo con libertad de espíritu hacia las cumbres gozosas de un autentico humanismo.
Nuestro Santuario de la Peña de Francia, hogar acogedor de Nuestra Señora, es un lugar muy apropiado para presentar nuestras súplicas a Aquella que es remedio de nuestros males. Ella iluminará, fortalecerá la esperanza, en nuestra peregrinación a la plenitud eterna.
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