"LA HOJITA" marzo - 2.016

En el N. 80 que corresponde al mes de Marzo de 2016 se incluye, en portada, el siguiente artículo:

 

AUSTERIDAD

 

 

        

         En los últimos años de la crisis, desde distintas instancias oficiales y  económicas, se nos ha repetido con frecuencia: que habíamos vivido por encima de nuestras posibilidades, que había que hacer recortes en las economías, que no podíamos derrochar nuestros recursos en gastos inútiles, públicos o privados.... En una palabra: que teníamos que vivir más austeramente.

 

         La palabra austeridad no es una novedad para el creyente cristiano. Los  evangelistas Lucas, Mateo y Marcos, recogen las palabras de Jesús en las que con claridad y contundencia condena el abuso de las riquezas: “¡Qué difícilmente entran en el reino de Dios los que tienen riquezas! Porque más fácil es que una camello pase por el ojo de una aguja que el que un rico entre en  el reino de Dios”. De hecho, en el origen y fundación de la mayor parte de las  órdenes o congregaciones religiosas, que han querido hacer un seguimiento más cercano a Jesús, uno de sus votos o promesas era la de vivir en pobreza.

 

         Por supuesto que los recursos económicos, como el resto de los bienes creados están al servicio de los seres humanos, para que puedan caminar en la vida con un mínimo de dignidad. Pero la mala e injusta distribución de esos recursos es el gran problema de la mayor parte de las sociedades: mientras unos acumulan exceso de riquezas, otros no tienen el mínimo imprescindible para llevar una existencia aceptable, quedando marginados en una vida pobre, miserable. La austeridad se distancia por igual del derroche superfluo y de la miseria.

        

         La austeridad, no debe ser una pesada cargada impuesta por nadie, sino un convencimiento de que el ser humano tiene que ser dueño de si mismo y de las cosas que la naturaleza le ofrece para poder vivir dignamente, y no su esclavo. Pero nada más. La falta de esos bienes, es una desgracia. Pero el derroche y acumulación excesiva de esos bienes siempre es una irresponsabilidad y una injusticia.

 

         La conciencia y el convencimiento personal y colectivo de vivir en austeridad, nos hace más humanos, más solidarios, más felices, más llenos de paz. “No os inquietéis por el mañana; porque el día de mañana ya tendrá sus propias inquietudes; bástale a cada día su afán”, nos dice Jesús.