De un pequeño e
interesante libro, -La confianza en Dios. Jacques Philippe.-, hemos
tomado esta atinada reflexión, que nos parece muy adecuada para una
buena parte de nuestra sociedad: “Actualmente existe una cierta
mentalidad que empuja a las personas a adoptar la postura de víctima:
Soy un desdichado, no tengo esto, no tengo aquello, he padecido y es por
culpa de los demás... En los EE.UU. el número de abogados ha aumentado
estrepitosamente en veinte años. Denunciamos por cualquier cosa. A veces
con legitimidad, pero otras con aberración.
En Francia desde
hace algunos años numerosas personas han tenido hijos con minusvalía; en
una mala aceptación de esta situación han presentado una denuncia contra
el médico que emitió el diagnóstico prenatal y que no remarcó tal
minusvalía. Han presentado acciones legales contra el doctor, alegando
que el nacimiento de su hijo con minusvalía era un perjuicio para la
familia siendo él el responsable... “
Ante esta falta
de fortaleza de espíritu, Jacques Philippe concluye: “Cuando
uno está siempre quejándose, reivindicándose, la existencia se hace
insufrible. No es culpa de Dios misericordioso, no es culpa de la vida,
es nuestra actitud interior que es destructora”.
El aireado
estado de bienestar en que vivimos, como toda realidad humana, tiene
sus limitaciones y contrapartidas: reclamar siempre los derechos,
pero olvidarse casi siempre de los deberes está siendo algo
connatural para la mayor parte de nosotros. De esta manera no sólo se va
empobreciendo la sociedad –según dicen España está empeñada hasta las
cejas-, sino que una gran parte de nuestra sociedad se está deprimiendo
mentalmente: no sabe que el esfuerzo, la lucha por la vida nos hace más
personas, más contentos con nosotros mismos.
Derechos y
deberes deben estar equilibrados en la balanza de nuestra vida. Gracias
a la valentía y fortaleza de muchos de nuestros antepasados hoy gozamos
tranquilamente de unos derechos elementales para disfrutar de una vida
digna. La mayor parte de estas personas que reclamaban sus legítimos
derechos les avalaba el fiel cumplimiento de sus obligaciones.
También
debiéramos reflexionar y tomar conciencia de los atropellos que se están
cometiendo de los derechos más elementales en algunos lugares de nuestro
mundo. No podemos cerrar los ojos, como si no fuera la cosa con
nosotros, porque en este mundo global en la medida que podamos todos
debemos responsabilizarnos de los problemas de los demás, como dice
aquel adagio: “hoy por ti mañana por mi”.
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