La repercusión de la actual pandemia, de momento, ha tenido en Uruguay una consecuencia sanitaria menor que en otros países, debido fundamentalmente a la pronta y buena respuesta que encontró. Una Comisión Médica asesoró desde el primer momento a las autoridades civiles, éstas hablaron cada día a la población con claridad y a la vez sin imposiciones. La población siguió con relativa fidelidad las propuestas médicas y políticas. Sin embargo, a nivel económico, a pesar del buen hacer del país en su conjunto, muchas empresas o talleres cerraron temporalmente o disminuyeron sus plantillas de trabajadores, entraron en seguros de paro con disminución de ingresos y especialmente los trabajadores de la calle quedaron muy desamparados.
            A raíz de todo eso, se produjo un movimiento de solidaridad que ya se notó en otros momentos críticos, concretado en las “ollas populares y merenderos” que aparecieron por todos los rincones, organizados por personas y comercios que ofrecen alimentos y elementos de limpieza y otras veces son los cocineros improvisados.
            En la zona de nuestra Parroquia Santísima Trinidad de Montevideo funcionan unas 15 ollas y merenderos. La Parroquia está ayudando desde hace meses a 9 de esas ollas. No dependen de ella, sino que somos parte de un conjunto de proveedores. Ni siquiera hicimos una planificación parroquial sino que se fue dando por propuestas y ofrecimientos espontáneos. Una ex maestra de la zona y un trabajador ofrecieron sus vehículos para posibles traslados. Una catequista se tomó muy en serio el ofrecimiento e hizo la propaganda a través de Internet. La respuesta de gente de la Parroquia, de extracción social modesta, fue muy generosa. Sin embargo no iba a llegar muy lejos la iniciativa si no se hubiera reforzado con la ayuda de otras cinco Parroquias y varios Colegios que se sumaron con esta loable solidaridad.
            Además de las ollas y merenderos, hemos podido preparar muchísimos surtidos de 8 kilos que ha distribuido a las familias la asistente social que tiene muy buen conocimiento de la gente.
            En Paraguay el pasado agosto se cumplieron 80 días de ollas populares en el Bañado Tacumbú. Durante este tiempo se han repartido más de 110.000 platos, la mayoría de los días acompañados de pan y fruta, también 18.000 desayunos y meriendas. Además se han repartido varias toneladas de kits de comida para compensar en los que no es posible abrir el comedor, además de productos para la desinfección (jabones, lavandina, hidroalcohol), incluso se hizo un pequeño reparto de pañales y productos para bebés.
            Estas ollas populares y merenderos son un gran ejemplo de solidaridad, no solo de los patrocinadores sino también de los miembros de la propia comunidad que gestiona y se beneficia de ellas; las trabajadoras, los voluntarios y voluntarias que se esfuerzan por cocinar, a veces con muchas dificultades, de una forma higiénica y nutritiva, con dignidad, optimizando al máximo los recursos para poder servir a la mayor gente posible. Es admirable su compromiso.
            Por otra parte, son una buena respuesta asistencial, pero solo sostenible por un tiempo limitado. Son un esfuerzo por paliar las contingencias de un sistema injusto, un síntoma de su disfuncionalidad que se hace más evidente en las largas colas para recoger la comida: la vulnerabilidad en la que se encuentran muchas familias, tan excluidas, tan despojadas, tan al límite que cualquier imprevisto las pone en situaciones críticas; como es en estos momentos la de no poder siquiera alimentarse. Es la flaqueza de ser pobre y tener que enfrentar la vida en este mundo.

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