El problema planteado por los centenares de miles de personas que huyen de las guerras, conflictos y persecuciones en Somalia, Siria o Irak, y de aquellos otras que buscan mejorar sus pésimas condiciones de vida, procedentes de otros países africanos, no es simple ni fácil de resolver. En eso han coincidido recientemente todos los Ministros de la UE. Pero lo sorprendente ha sido que, a continuación, han anunciado que ya saben cómo hacerlo.
           

“Hemos declarado la guerra a los traficantes de personas”, informó el comisario europeo responsable de Interior e Inmigración, sin darse cuenta de la desagradable ironía que supone sumar más guerras a un territorio que ya está arrasado por la violencia. Un poco más tarde se corrigió: “Vamos a destruir los barcos de los contrabandistas de almas”. Al margen del toque poético, no olvidemos nunca que son redes de traficantes cada vez más sofisticadas y poderosas, si bien evidentemente ellas no son el único problema.
           

Primer movimiento que se va a realizar: hundir en los puertos libios los barcos -“cuando están vacíos”- en los que intentan atravesar el Mediterráneo. ¿Cómo distinguirlos de los navíos dedicados al transporte de mercancías? ¿Se bombardearán desde el mar? ¿Se organizarán comandos que desembarcarán en territorio libio y procederán a inutilizarlos?


Segundo movimiento: proporcionar “recursos” a terceros países (Túnez, Egipto y Sudán), para que refuercen sus fronteras y taponen las vías de salida a esos miles de refugiados y desesperados que intentan llegar a través de su territorio a las costas. ¿De qué recursos se trata? ¿Material antidisturbios? ¿Dinero para desplegar agentes armados que disuadan a los viajeros? Amnistía Internacional ha denunciado al actual Gobierno egipcio, presidido por un militar, por violaciones de los derechos humanos de sus propios ciudadanos. ¿Espera Bruselas que se muestre cuidadoso con los derechos de las personas a las que la UE pide que se detengan, petición acompañada de sustanciosos “bonus” por resultados? ¿Puede la UE ignorar que el presidente sudanés Omar al Bashir fue el primer presidente en ejercicio procesado por la Corte Penal Internacional por posibles delitos de asesinato masivo, violación y pillaje de civiles?
           

¿Y por qué no se traza un plan de Cooperación Internacional al Desarrollo coherente, para ejecutar en serio y así abordar las raíces del problema en los países de origen de todas esas gentes?
           

Por otra parte el plan de Bruselas de acoger a 5.000 personas es absurdo, cuando por ejemplo hay tres millones de refugiados sirios (Alemania y Suecia absorben el 45% de las solicitudes de asilo de la UE).
           

Esta “solución” de la UE para afrontar tan difícil problema es el espejo perfecto en el que mirarnos y en el que reconocer la facilidad con la que los europeos podemos caer en comportamientos ajenos a la razón, e incluso a lo lícito.

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