LA FIESTA DE LA VIDA - 2008

 

 

 

 

 

 

 

 

LA VELA FAMILIAR

 

Una vela es hermosa, no por el grosor, ni por la forma, ni por la calidad de la cera. Es lo que es si está encendida, es lo que es por su luz.

 

El fuego es siempre el que alegra el hogar. Se propaga irresistiblemente como se propaga la misma vida.

 

Cuantas veces vimos a abuela hacer fuego, poner lumbre; la vimos reanimar el fuego adormecido: debajo de las cenizas, de la cernada, una brasa, una chispa es bastante para hacer una fogata.

 

Decimos que vale lo que se aprende en casa, en la familia, en torno al fuego. La llama es un amor que se transmite, un amor que sorprende y guía la vida de cada día. Una hoguera que alumbra las noches, las edades de la existencia. Ojalá que NUNCA nuestros hogares estén apagados, faltos de luz, sin llama, sin amor.

 

Siempre el fuego necesita ser alimentado, hay que atizarlo, echar leña o echar carbón. Nuestro amor necesita ser alimentado día a día, año tras año al encontrarnos.

 

El fuego, la llama de la vela, no luce por sí misma, siempre ofrece su luz a los demás. Deseamos que nuestra vela encendida, nuestro amor, siempre vaya iluminando, siempre permanezca encendido. Cada día, cada hora, cada instante, en las horas de cierta tormenta, en las noches cerradas si llegan, en las horas de inclemencias, en cada estación de nuestras vidas.