Presentación del libro "DESDE EL SILENCIO"

 

 

Sor Lucía CARAM O.P.

Convento de Santa Clara de Manresa

 

 

 

Desde las cumbres…. nos llegan noticias del Silencio.

Un silencio elocuente en el que resuena una discreta invitación a andar el camino que nos remite al propio corazón…

 

¡Cómo nos ha marcado aquel último mensaje de Moratiel en el que –intuyendo o no su marcha- nos decía:

 Si me buscáis, buscadme en el silencio, en el silencio de vuestro corazón. Ahí me encontraréis.

 

¿No os suenan estas palabras a confidencia de amigo, a consuelo reconfortante de aquél que está con las maletas a punto, pero que se vuelve a los que lloran su partida, para consolarles?

 

A los dominicos nos evoca a Domingo, cuando los frailes lloraban y les vino a decir algo parecido… pero no tan velado: “Os seré más útil desde el cielo que desde la tierra”….

 

Y a la despedida de Jesús en aquella tarde de jueves santo: “No esté triste vuestro corazón… en la casa de mi padre hay muchas moradas… me voy a prepararos un sitio… Me voy pero volveré… Y cuando me haya ido, comprenderéis….

 

Moratiel se ha ido –y está más presente que nunca- y en el silencio de nuestro propio corazón es donde nos reencontramos en el Silencio, en un silencio reconciliado, con el Maestro que nos llama, y con aquellos que nos ayudaron a ir a Él.

 

Muchas veces dije a Moratiel, parece mentira con lo soso que eres, ¡cómo te sigue la gente…! Y es que Moratiel, no tenía protagonismos, lo único importante era el camino que cada uno debía andar y la meta. El silencio eterno del que salió la Palabra: Jesús.

 

Como discípulo de su hermano el Maestro Eckhart, Moratiel sabía que esa palabra nace, se gesta y se da a luz en nuestros corazones, y que es el Verbo, la única Palabra. Aquella que le seducía, y ante la cual sólo cabe el silencio para captar sus insinuaciones.

 

Pedí a las monjas que me definieran a Moratiel:

 

·        Era un hombre de Paz. Un pacificador. A su lado era posible siempre recuperar la calma y el sosiego. Sin estridencias, hacía que cada uno encontrara, al calor y al abrigo de su presencia silenciosa, el camino para silenciarse y recuperar la paz.

·        Era un apasionado por el mundo interior, por el silencio, por la oración. Y esta pasión, vivida con serenidad, lo hacía transparencia de aquello que quemaba sus entrañas. Moratiel era Luz, porque no se apartaba de la hoguera del amor desinteresado y generoso de nuestro Dios.

·        Vivía el momento presente y sabía que “vivir es pasar". Pasar sin ruido, haciendo el bien… pasar y dar paso a los otros. Cuando uno estaba con Pepe, no había para él nada más importante que ese instante y esa persona. Todo, hasta lo más insignificante tenía valor y él se encargaba de valorarlo.

·        Moratiel era un enamorado de Jesús. Escuché en una ocasión que alguien decía: Moratiel habla del silencio, pero no de Jesús… Se lo dijeron. Él no contestó, simplemente sonreía. En los últimos años comprendió que el silencio era igual a La Palabra del Padre… era el espacio donde el alma se desposaba en silencio con Jesús…. Su única pasión era Jesús y éste, cercano, humano y humanizador.

·        Como el Maestro, podemos decir que Pepe pasó quitando cruces, liberando a las personas, poniendo paz en los corazones.

·        Una hermana me lo describió como un hermano entregado a los demás, un hombre sencillo y acogedor. Un hombre hecho escucha.

·        Moratiel, me dijo un fraile, era el hermano ideal, aquel que todos querrían tener como hermano de Comunidad, porque hacía comunidad, se preocupaba por todos, no hacía ruido, no buscaba protagonismos… eso sí, lo que hacía insoportable que él estuviera o no en casa, era la gran cantidad de gente que le buscaba a toda hora…. Cuando él no estaba, el teléfono no paraba de preguntar cuándo regresaba, cuando estaba, era un constante sonar, y cuando marchaba, de nuevo a la carga, para saber dónde se le podía encontrar.

·        Moratiel era muy despistado… y si no que me lo digan a mí, que el último libro se lo imprimí 4 o 5 veces para que lo corrigiera, pero siempre lo perdía. Antonino su prior ya encontró las copias perdidas… Se sentía incapaz de volver sobre un texto suyo, y más si había sido de una charla.

 

Hace poco más de un año, comenzamos a grabar unos pequeños mensajes para la web. Nos dejó en la mitad del trabajo y se fue sin hacer ruido.

 

Era sumamente desinteresado. Las editoriales pocas veces le pagaron y él sólo decía: con tal que el mensaje llegue y haga bien, ya estoy contento. Eso ponía nerviosos a los frailes, a él no.

 

Muchas veces hablamos del título del libro que hoy presentamos. Un último recurso era “desde el Silencio”… Cuando Moratiel murió, lo tuvimos claro: era su mensaje, el que nos llegaba desde las altas cumbres, “desde el silencio”. Qué duda cabe que él ya está sumergido en este silencio al que peregrinó durante toda su vida.

 

Cuando supe que Moratiel había muerto, llamé a Ramiro, del albergue San Martín de Porres, gran amigo de Moratiel y un hombre muy sencillo. Él me dijo: Moratiel ha entrado en el silencio. Eso me llenó de paz. Un santo hablaba de otro santo, con serenidad y cariño.

 

Su marcha nos dejó tristes, pero con mucha paz. Y este libro nos permite descubrir nítidamente el dedo que señala la luna, y que elude que nos quedemos en el dedo. Lo importante es la meta y también el camino.

 

Como si intuyera, este libro podríamos decir, es su testamento, o el anexo a su testamento, ya que sus dos últimas cartas son el Testamento por excelencia.

 

En Desde el Silencio, Moratiel se empeña en señalarnos lo único necesario: el itinerario de nuestra vida.

 

La Vida que mana de dentro, que nos ayuda a asumir nuestra realidad, pero que nos lleva más allá, a la unidad, al silencio en el que resuena la Palabra; al Silencio que es, no sólo un camino al corazón, sino un camino con corazón.

 

En el silencio, en el corazón, es donde se operan las auténticas transformaciones, donde la imagen se desvanece… Porque lo único que importa es estar “en casa”.  La Casa para Moratiel era el propio corazón, y la Casa, era y es la Casa del Padre. Por eso repetía con frecuencia los salmos que hablaban de la alegría que supone ir a la casa del Señor, del deseo de estar en su templo… La casa del corazón….

 

         “Que alegría cuando me dijeron, vamos a la casa del Señor…"

         “Yo amo tu casa, el lugar donde reside tu gloria…"

“Una sola deseo: estar en su templo todos los día de mi vida…"

 

¿El camino? Un camino interior… Un camino que esconde un tesoro, que nos conduce por el silencio a la paz.

 

El Camino de regreso al propio corazón, pero no un camino que nos tiene curvados egoístamente sobre nosotros mismos, acaparando, devorando, cerrándonos.

 

Para Moratiel el Camino era un camino de apertura, porque el silencio lleva a desterrar el ego, ¡cuantas veces lo dijo y lo repitió!, despoja al ego, y deja fluir la vida, vida que nos abre a la vida, venga de donde venga.

 

Desde el silencio. Es la obra del retorno, la obra del tiempo del sosiego y de la calma. La obra que nos invita (14) a volver al origen, al principio, cuando aconteció la obra creadora de Dios, pero también al día séptimo, que es el día del descanso.

 

Moratiel nos propone en “Desde el silencio”, una mirada nueva, aquella que nos da el negarnos a nosotros mismos, tomar la cruz de cada día, y seguir al Señor… Porque no nos servirá de nada ganar el mundo, fama, nombre, … etc si perdemos lo más importante, que es el perdernos a nosotros en el camino donde fácilmente nos desparramamos… dice Moratiel, que sólo cuando no hay ego, hay luz y comunión.

 

Para Moratiel, vivir en Cristo es ser uno mismo un espacio de revelación, en el que todo adquiere un sentido nuevo, y donde el dolor y el sufrimiento, se convierten en escuela de abandono… en escuela de Silencio y de abandono… en camino hacia la paz.

 

Moratiel identifica, en sus últimos años, de manera explícita el silencio, con la meta, con la dicha. Y por eso, con el Maestro, llamó a sus amigos para retirarse, para disfrutar de los espacios apartados y solitarios. En el silencio acontece la bienaventuranza, donde Jesús nos llama bienaventurados y nos ofrece su felicidad.

 

Para Moratiel la felicidad está dentro (19) porque Jesús dijo que el Reino está dentro nuestro.

 

Allí ocurre lo inefable (20), lo que es más y mejor; aquello en lo que las palabras sobra… Allá el agua va empapando la tierra… que ha de dar fruto y cumplir su misión…

 

Allí surge el hombre nuevo que es capaz de ser recreado y acogido…

 

Si me buscáis buscadme en el silencio, en el silencio de vuestro corazón…

 

 

Sor Lucía

 

 

- los números entre paréntesis indican el capítulo al que se está haciendo referencia.