La mayoría de las “grandes” ONG ( Intermón-Oxfam, Greenpeace, Amnistia Internacional, Médicos sin Fronteras , etc., con alguna excepción, caso de Cáritas Española ) destinan entre el 14% y el 25% de sus ingresos a mantener sus propias estructuras (administración, captación de socios y de fondos, edición de caros materiales de difusión y propaganda, etc.), y algunas superan con creces estos porcentajes.
Existe el riesgo de seguir un camino equivocado: organizaciones que nacen para ayudar pueden terminar viviendo de la ayuda. Un reciente estudio de la CONGDE detecta claramente los síntomas del pragmatismo empresarial que se ha ido imponiendo al reconocer el interés que las ONGD tienen en el marketing y en la publicidad, como instrumentos para obtener mayor "visibilidad social". Por una razón esencial, todas "compiten" por los fondos privados e incluso públicos, según puede constatarse cada vez más en las resoluciones de la diversas convocatorias oficiales. Con lo cual, la visibilidad de las ONGD y las causas que éstas persiguen parecen haberse convertido en un objetivo prioritario.
Si el dinero público dio vida al movimiento a partir de los años ochenta, cuando España dejó de ser receptora exclusiva de ayuda y pasó a engrosar las filas de los países donantes, el dinero privado (y la lucha por captarlo) ha terminado por convertirlas en auténticas empresas de servicios que suministran ayuda humanitaria o atención social, sin dejar de mirar escrupulosamente la cuenta de resultados. Empresas con abultadas cuentas corrientes que realizan inversiones financieras, fichan a sus directivos en el mercado -profesionales, sobre todo mujeres, que se apoyan cada vez más en el trabajo asalariado, interno o externo- y han dado vida a un entramado de agencias y consultorías subsidiarias que trabajan para ellas.
Por otra parte, los chicos y chicas con petos de algunas ONG que intentan captar socios en la calle, muchas veces son contratados eventuales de empresas que cubren esos servicios para determinadas organizaciones. Este es un capítulo no siempre claro, porque, por contradictorio que pueda parecer, en este sector es frecuente la precariedad laboral. Es sintomático que la Secretaría de Estado de Asuntos Sociales -que distribuye el 80% del dinero que a través del 0,52% del IRPF destinan los españoles a las ONG- haya incluido en 2005 una norma forzando a las organizaciones que aspiran a estos fondos a tener con contratos indefinidos al menos al 75% de sus empleados.
Algunas grandes ONG piensan que para erradicar tantas disimetrías y lograr un mundo más justo se necesitan estrategias bien planificadas y una gran capacidad de presión que los medios de comunicación pueden multiplicar. Por eso es fundamental aparecer en ellos, lograr una visibilidad, ya sea estando a pie de catástrofe o recurriendo a la publicidad convencional. Y por ello pagan las inserciones publicitarias en la prensa y ahora es muy difícil conseguir publicidad gratis.
Sin nostalgia y sin rencor, la gran mayoría de las “pequeñas” ONG –como por ejemplo Ra'ykuera - nos seguimos manteniendo en el modelo anterior (personal totalmente voluntario, captación espontánea de socios, sin tanta visibilidad social, sin cuantiosos recursos económicos, que por tanto imposibilitan inversiones financieras, etc.). Quizá por ello somos los “últimos románticos”, pero a mucha honra pues es fruto de una muy consciente opción por todas sus ventajas y a pesar de sus posibles inconvenientes. Decisión tan discutible como las que han tomado muchas de las grandes ONG. Pero es la nuestra.
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