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La Peña abre sus puertas, las puertas de la esperanza.
Aunque aún no han pasado los rigores del invierno en La Peña de Francia, es el momento de abrir sus puertas para cuantos deseen visitarla, conocer este lugar único en paisajes, en horizontes dilatados, en espiritualidad serena.
Es tiempo ya de primavera adelantada. Es tiempo de darle otra oportunidad al espíritu contemplativo. Es tiempo de belleza, quietud y serenidad exterior e interior. Pocos lugares como La Peña de Francia y su Santuario ofrecen esta oportunidad de ver la vida, el mundo y a nosotros mismos desde otra perspectiva más diáfana y elevada.
Un año más la Virgen de la Peña nos espera para agradecerle, para reconocer su presencia entre nosotros, para comenzar el Año del Jubileo de la Esperanza con una visión más amplia y esperanzada. El Júbilo, el Jubileo se gana en todas partes. Es de los esforzados, de quienes desean hacer su vida una ascensión, una subida constante en virtudes y valores que dignifiquen su vida cotidiana.
La Virgen de la Peña es Madre de Esperanza para todos. Ganar el Jubileo de la Esperanza es darle una oportunidad más al espíritu humano que se abre a lo trascendente.
Decía el aviador, que veía la vida desde lo alto, Antoine de Saint- Exupéry: “No hay más que un problema, sólo uno: redescubrir que hay una vida del espíritu que es aún más elevada que la vida de la inteligencia, la única que puede satisfacer al ser humano”. Hay que cultivar la vida del espíritu, la única que puede satisfacernos. Y ello exige un esfuerzo, un cuidado, un cultivo cotidiano.
Subir, ascender a la Peña, contemplar en silencio un rato el paisaje, entrar al Santuario a orar unos instantes, reconocernos hijos de Dios y de María de la Peña, María de la Esperanza, es una forma muy humana, elevada y digna de continuar este año jubilar.
Allí no sólo cultivaremos el espíritu (que tanta falta nos hace en este mundo tan deshumanizado), sino que podremos descansar un rato, recuperar fuerzas en el restaurante de la Hospedería, adquirir un recuerdo que nos acompañe a lo largo del año, conversar un rato sin prisas, y descender satisfechos con esa alegría que da el saber que hemos visitado a la Madre y hemos dado gracias porque un año más estamos vivos y esperanzados.
Vengan a la Peña de Francia. Les esperamos -María les espera- con la misma ilusión renovada de todos los años, pero éste mucho más si cabe, y cabe, por ser el Año Jubilar de la Esperanza.
Decimos que la esperanza es color verde, verde esperanza. Revistamos nuestra vida de este color tan en sintonía con la Naturaleza y cantemos a voz en grito la canción “Color esperanza” que este año adquiere toda su fuerza.
En la Peña de Francia pueden hacer a voz en grito. Nadie les pondrá trabas y su voz se dejará oír por todos aquellos valles nemorosos.
José Antonio SOLÓRZANO, dominico
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