|
|||||||
Semana Santa en la Peña de Francia En la Peña, se mira de frente
Al fin la primavera ha llegado y con ella un cambio de actitud en la Naturaleza y en nuestras vidas. Todo adquiere otro tono y en la Peña de Francia se percibe más y mejor. Lo que ha estado mortecino y oculto durante los meses de invierno, comienza a florecer y el paisaje se tiñe de verde esperanza, verde esplendoroso Hasta el rostro de la Virgen de la Peña ya no es tan mohíno y frío. Su sonrisa amplia se abre a la primavera peñíscola. Ya no necesita tapar tanto a su Hijo por el frío y los ramos de flores comienza a aparecer. El altar se cubre de colores y el tono alegre invade el presbiterio. Las celebraciones de Semana Santa dan el pistoletazo de salida para que los peregrinos suban y se acerquen a María de la Esperanza, en este año del Jubileo. Los días de Triduo Pascual, al igual que otros años, tiene la sencillez que el ambiente del santuario propicia. Jueves santo con la celebración de la Cena del Señor. Viernes Santo con la celebración de la Pasión del Señor, para culminar el Sábado santo, día de silencio y oración, con la celebración de la Pascua, que se prolonga al Domingo de Resurrección. Vuelve la LUZ pascual. Celebrar la el Triduo pascual tiene un encanto especial. Es recogido, íntimo, sin bullicio callejero. Todo invita a la interioridad, al silencio contemplativo del paisaje, al paseo calmo, a la oración personal ante el Sagrario, ante la Virgen. Pasar a tomar algo por el restaurante de la Hospedería ayudará a recuperar fuerzas y charlar sin prisa. En la Peña, las prisas son un error. Se sube a saborear la calma y el silencio. Y se baja renovado, con ganas de volver otro día, más adelante, cuando el calor apriete más y podamos sentarnos entre las rocas y pasar un tiempo de contemplación del paisaje. La Peña es así: remanso, quietud, silencio, terapia suave, para regresar a la brega de la vida. No deje este año de subir sea en Semana Santa o más adelante. No hay tiempo mejor invertido que subir a La Peña de Francia y disfrutar de lo que otros años se ha disfrutado. No somos los mismos cada año. Lo parece, pero no. Han pasado cosas, vivencias, experiencias familiares, nacimientos, muertes, logros laborales, angustias y esperanzas nuevas… y con ello volvemos a La Peña, a ver a la Virgen, a ver el paisaje interior, el nuestro renovado, que se ha ido configurando con el paisaje exterior peñíscola. La Virgen de la Peña, con experiencia de siglos, sabe esperar y nos espera. No podemos hacerle el feo este Año de la Esperanza, de dejarla sola, de no visitarla un rato, de no poner ante Ella lo que nuestro corazón anhela. Hay que mirar de frente, con la confianza que nos inspira. Miren lo que decía Chesterton, el inglés que se convirtió al catolicismo y que escribió una obra bien bonita, quizá la mejor suya “Ortodoxia”, en la que recordaba la ocurrencia de una niña avispada y lista: “Un optimista es un hombre que mira a los ojos, un pesimista es un hombre que mira a los pies”. A la Peña hay que llegar con espíritu optimista y sobre todo con espíritu esperanzado. En la Peña se mira de frente.
José Antonio SOLÓRZANO, dominico
|
|||||||