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“No caber en lo más grande y estar dentro de lo más pequeño es propio de Dios”
Hölderlin
Muchas de las ciudades españolas comenzaron en octubre la decoración navideña de sus calles. Sorprende que cada vez se adelante más este hecho. Pareciera que necesitamos contentar al pueblo anunciándole, en medio de esta pandemia, algo que le recuerde que las fiestas siguen vivas, que el virus no se las ha llevado por delante, que llegan días especiales, esas fiestas familiares que surgen como una necesidad ante tanta rutina y sin sentido. Las luces, con diseños ajenos a lo que habitualmente eran signos específicos navideños, se reducen a señales multicolores que valen para todo. Con esa decoración ha ido adentrándose el frío que, sin darnos cuenta, ha invadido con naturalidad nuestras vidas. En la Peña de Francia, con el frío, llegan días de ventisca y niebla densa. Todo ello parece acentuar la necesidad de recogimiento; también indica que la convocatoria para vivir las fiestas está ya ahí, a la puerta.
Navidad siempre apunta a la familia. Quizá porque Dios está dentro de lo más pequeño, siempre es un Padre que congrega, aglutina, acerca, pero todo de forma discreta. Responde a esa necesidad que sentimos todos de enlazarnos a quienes forman lo más valioso de la vida: nuestros seres queridos; esos que conforman la vida y dan un tono de estabilidad a nuestra existencia. Son nuestro apoyo último, ese que no queremos que se pierda porque es parte de lo que somos.
Pero estas navidades serán de añoranza. Recordaremos lo que era congregarse en torno a la mesa, no tanto para degustar lo que impone la costumbre, cuanto para conversar sin prisas y poner sobre la mesa todo lo que el año nos ha ido dejando. Habrá “belenes” donde solía haberlos y se escucharán villancicos, pero todo será enlatado, sin frescor humano. Las calles añorarán el trasiego de mucha gente cumpliendo el ritual de los regalos. Serán días de añoranza porque la costumbre tenía otro acento. Había cercanía, abrazos para despedir y saludar el año y la copa de cava, muestra de que se espera lo mejor en lo que comienza y se despide el pasado con alegría por estar donde estamos. Las fiestas, siempre con acento de familia, se verán constreñidas y serán punto de referencia de lo que solían ser con la esperanza de que todo pase y vuelvan a reunirnos sin limitaciones.
En la Peña ha habido siempre algún montañero que ha llegado hasta allí para poner el Belén y dejar constancia de que la Navidad también cruza por estas sierras. Pese a la nieve, el viento o la lluvia, la ilusión de reiterar la vieja costumbre se ha mantenido a lo largo de los años. La capilla del Cristo mantiene un Belén, construido con casas típicas de la sierra salmantina. Este año los ladrones quisieron llevarse el crucifijo románico de la capilla. En el intento derribaron una de esas casas que ha permanecida tirada en el suelo, como testimonio del atentado. Todo ello provoca desasosiego. Parece que es la invitación a recordarnos que la gente desaprensiva trabaja siempre y en todo lugar.
Vivimos un año especial, de desconcierto. Y en esa incertidumbre la luz de Dios volverá a brillar en el horizonte. Serán días de volver la mirada hacia dentro y hacer resurgir en nuestro interior el agradecimiento a esa Bondad infinita que se nos acerca en la figura de un niño. Son días densos porque su contenido está lleno de misterio.
Es Dios quien llega hasta nosotros. Para muchos esto es un revulsivo: se mezclan sentimientos, vivencias perdidas en el tiempo; recuerdos de lo que se vivió y ya no se `puede vivir porque algunos nos dejaron. No se quiere reconocer cuánto quedó olvidado en el camino cuando en aquellos años todavía tenía sentido y todo parecía más claro. La “navidad” era tiempo de ensueño y cercanía. Dios estaba entre nosotros y no había mucho que discurrir para dejarse empapar por la alegría de esa presencia.
Este año el Nino Dios volverá a hacerse presente, como todos los años, y su
presencia será testimonio de esperanza. Dios es siempre motivador y, porque
lo abarca todo, derramará su bondad, también, sobre estas cumbres; esas que
en los largos días del verano acogen con alegría a quienes con fe
testimonian su devoción a la Virgen morena.
¡Feliz Navidad a todos! El virus condicionará nuestras reuniones, pero nunca nos quitará la alegría de celebrar el nacimiento de Jesucristo.
Fr. Salus MATEOS, dominico
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