LA PRESENCIA DE SANTO DOMINGO DE GUZMÁN

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Imagen situada en el altar dedicado a Santo Domingo. Esta imagen es una copia de un original del siglo XIII que se encuentra en el convento de dominicas de Zamora

Santo Domingo de Guzmán, fundador de la Orden de Predicadores y de la singular devoción al Santo Rosario, nació en Caleruega (Burgos), el 24 de junio de 1170.

 

Su infancia viene marcada por la educación recibida de un tío suyo sacerdote en el cercano pueblo de Gumiel de Hizán. Superada la niñez accede a la Universidad palentina, en torno al año 1185.

 

Ya ordenado sacerdote, pasa de Palencia al Obispado de Burgo de Osma, donde, dadas sus relevantes virtudes y cualidades, llega a ser canónigo y superior del cabildo.

 

Junto con su prelado, Diego de Acebedo, en mayo de 1203, se dirige a Dinamarca con una misión real de Alfonso VIII, y al pasar por el sur de Francia, topa con una región tan desolada por las heterodoxas doctrinas de albigenses, cátaros y valdenses, que se determina a ayudar a estos hombres y mujeres  atrapados en la herejía. 

 

Para comenzar, en el año 1206 funda en Prulla (Francia) el primer convento de dominicas contemplativas. Por entonces, y en ese lugar, recibió de la Virgen la Plegaria del Rosario, como medio para vencer la herejía que estaba combatiendo.

 

Años más tarde reúne nuevos compañeros para que le ayuden en su magna empresa, echando así los cimientos de la Orden Dominicana.

 

La vida de Domingo en este mundo concluyó el 6 de agosto de 1221 en Bolonia (Italia) lugar donde reposan sus venerados restos.

 

ORDEN DE PREDICADORES

 

La herencia de Domingo es la Orden de Predicadores. Popularmente nos llaman y hasta nos llamamos Dominicos y Dominicas. Es más significativo el nombre de pila.

 

El carisma dominicano supone un enfrentamiento con la actualidad urgente de la evangelización. Nuestra predicación no quiere ser meramente exhortativa, estimuladora de un vivir; sino que intenta abarcar la difusión de la fe como la enseñanza de la misma. Esa predicación exige previamente la contemplación de la verdad que se trata de anunciar después. Una predicación que nace desde la oración, la contemplación y la experiencia de Dios.

 

Santo Tomás formuló en una frase emblemática este matrimonio entre la contemplación y la predicación: "contemplar y entregar a los demás lo contemplado".

 

La contemplación no es otra cosa que aprender a leer los acontecimientos desde Dios.

 

En la reflexión del "Peregrinar a la Peña de Francia" el dominico P. Andrés Hernández, buen conocedor del Santuario, del entorno y de las personas que acuden al lugar, define al peregrino como ese hombre o esa mujer que va al encuentro de Dios. 

 

Y ¿no es ese encuentro un querer contemplar nuestro día a día y nuestras pequeñas cosas como hizo Santo Domingo?

La Peña de Francia es uno de esos lugares que ofrece al peregrino, al hombre que busca, el encuentro y la reconciliación con Dios, a través de Nuestra Señora de la Peña de Francia.

 

LA PRESENCIA DE SANTO DOMINGO EN LA PEÑA DE FRANCIA

 

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Mosaico representando a Sto. Domingo, obra de fray Domingo Iturgaiz O.P., está situado dentro del claustro del Pozo verde

Pintura en el antiguo comedor del seminario (actualmente sala de exposición) que presenta una Santa Cena junto a Santo Domingo. Santo Domingo en un cuadro policromado situado en el interior del Convento.