África tendrá que seguir apañándoselas como pueda. Y es que una vez más, se ha ido de la cumbre con las manos vacías del grupo de los países más ricos del mundo (el G-8, pero que no incluye los influyentes China, India y Brasil) celebrada en Toyako (Japón). Los siete Presidentes del continente -Nigeria, Suráfrica, Ghana, Tanzania, Etiopía, Senegal y Argelia- que se reunieron con los dirigentes del G-8 no lograron arrancarles la confirmación de que duplicarán las ayudas a partir de 2010 o que les darán en un plazo concreto decenas de miles de millones para combatir el sida, la malaria y la tuberculosis. Ambas eran promesas que ya se habían asumido en cumbres anteriores y que ahora había que concretar, pero evitaron comprometerse a duplicar las ayudas y no fijaron plazos para desembolsar los fondos prometidos contra las pandemias.


En la cumbre de 2005 en Gleneagles (Escocia), las potencias se comprometieron a tal duplicación en sus ayudas. Éstas iban a pasar de 25.000 a 50.000 millones de dólares anuales. A cambio, los Estados africanos se comprometían a trabajar por el desarrollo de sus países, a fortalecer la democracia y acabar con la corrupción. Dos años más tarde, en la reunión de Heiligendamm (Alemania), prometieron entregar otros 60.000 millones para combatir las pandemias, sin confirmar los plazos de entrega del dinero. En Toyako sólo tenían que confirmar lo primero y hacer un calendario para lo segundo. El Comité para el Progreso de África, que se estableció tras la cumbre escocesa concluyó en un reciente informe que ninguna de las dos partes había cumplido del todo sus compromisos. La asistencia financiera que el G-8 prometió se ha quedado corta. Por la parte africana, los conflictos de Darfur, República Democrática de Congo y Somalia, aparte de la falta de firmeza de la Unión Africana contra Zimbabue, demuestran que al continente aún le queda mucho por hacer.


Pero en plena crisis derivada del alza de los precios del petróleo y del escandaloso aumento del precio de los cereales y de los alimentos, que ha disparado los índices de pobreza en al menos una treintena de países africanos, esta falta de concreción por parte del G-8 no puede ser peor. La gran mayoría de los países africanos son deficitarios en energía y para comer dependen en buena medida del ya deficitario Programa Mundial de Alimentos de Naciones Unidas.
El presidente de la Comisión Europea se ha comprometido a invertir 1.000 millones de euros desde ahora y hasta finales de 2009 para impulsar la agricultura africana, y Japón ya se comprometió antes de la cumbre a duplicar sus desembolsos para el continente a partir de 2013. Sin embargo, todo se queda corto si se tiene en cuenta que el Banco Mundial ha calculado que con menos de 6.500 millones de euros, África sufrirá lo indecible. Una respuesta concreta del G-8 a las promesas hechas a los países africanos hubiese sido de gran alivio.


La reciente cumbre de Toyako no sólo era importante porque se esperaba confirmar el conjunto de medidas de asistencia para África, sino también porque marca el ecuador del objetivo fijado en la Asamblea de Naciones Unidas de 2000 para reducir la pobreza en 2015. Los llamados "objetivos del Milenio" eran la drástica reducción de la pobreza y el hambre, la disminución de la tasa de mortalidad infantil y la de las muertes causadas por el sida, la malaria y otras enfermedades; y la educación primaria para todos.

Una vez más: ¿en qué están quedando? ¿Desgobierno mundial? No es admisible que se defiendan hoy mezquinas políticas de apoyo a los lobbies agrícolas europeos, tercos partidarios de la renacionalización de la agricultura, o de la producción autárquica de petróleo sin la mínima integración en el mercado mundial. Además de eso, la reiterada insolidaridad de los ricos con los pobres.

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