La actual guerra en la región Congoleña de los Grandes Lagos

La mayoría de las personas gozamos de un bajo nivel de sensibilidad y de una extraordinaria capacidad para limitar nuestra percepción de la realidad a lo inmediato y conocido, obviando las realidades desagradables. Leemos en los periódicos sobre la actual guerra en la región congoleña de los Grandes Lagos y adquirimos plena conciencia de que se trata de un conflicto muy cruel, sucio, pues el mantenimiento de dicha guerra para las milicias y los países implicados es más beneficioso que la paz. Pero este drama –cada mes pierden la vida 45.000 personas, sin olvidar sus consecuencias como el colapso de los servicios de salud, la malnutrición, la malaria, la tuberculosis, los campos de refugiados, etc.- no concita demasiado interés en Occidente.

Leemos un poco más y descubrimos que una de las claves de esta guerra es el coltán, o columbita-tantalita, que se obtiene en las minas de la zona (por cierto, gracias al trabajo de niños y adultos semiesclavizados). Quizá tengamos un poco de dificultad para relacionar esta guerra del Congo con el teléfono móvil que llevamos en el bolsillo o con nuestro ordenador portátil, ya que es un material fundamental para fabricarlos. Por no hablar del control de la explotaciones de oro, diamantes, estaño, etc.
Pero no tenemos mayor dificultad en pasar página y empezar a leer otra cosa. Y es que disponemos de la información suficiente para saber cómo funcionan estas cosas, pero preferimos no verlas. Mientras, África se sigue desgarrando en la peor cara del continente (los genocidios y guerras en Congo, Sudán, Chad, Somalia o Zimbabue) mientras otras naciones la desmienten (las vivencias democráticas de Ghana, Namibia, Cabo Verde, Mozambique o Botsuana).