Al cumplirse poco más de cien días de la tragedia que azotó a Puerto Príncipe, reproducimos una reflexión del Vicario Provincial de Haití, Fr. Manuel Rivero OP, elaborado para el Viernes Santo y que recogió la página web de la Promotoría de Justicia y Paz de la Provincia de España (http://justiciaypaz.dominicos.org/noticia.aspx).
El fraile dominico de la Provincia de Toulouse,  considera que “la reconstrucción de Haití pasará también por la sanación ética de una sociedad gangrenada por la corrupción”.
Asegura  que “muchos se dicen que si Dios les ha dejado vivir es para una misión que deben cumplir y quieren discernir esta voluntad divina para vivir mejor. Los heridos pueden llegar a ser sanadores. Al plantearse las cuestiones fundamentales sobre el sentido de la vida y la muerte, el hombre haitiano puede llegar a ser más fuerte interiormente, más solidario y mejor”.

                                                                       Port-au-Prince, 4 de abril de 2010
3C83CBE3F8C74B939A6A74899D47AE59@adrianaLos años se suceden y no se parecen unos a otros. ¿Quién se habría imaginado en Port-au-Prince el año pasado una fiesta de Pascua 2010 bajo el signo de las ruinas? Rodeados de escombros, los cristianos de Haití celebran la Pasión y la Resurrección del Señor Jesús.
Casi 300.000 personas murieron o permanecen desaparecidas desde el 12 de enero, mientras que 600.000 habitantes dejaron la capital hacia otras provincias donde sus familias tienen dificultades para alimentarlos. El problema urgente de comida y medicamentos se extendió así a todo el país.
Las réplicas sísmicas -más en setenta y cinco en menos de tres meses- disminuyeron en frecuencia y en intensidad. El miedo permanece sin embargo en los cuerpos como memoria viva. La menor vibración recuerda los crueles temblores del seísmo que en treinta segundos hundieron la ciudad en la desolación, los gritos y las lágrimas. Por otra parte, los cálculos de los científicos hace temer lo peor durante varios años.
Port-au-Prince cuenta ahora con numerosos campos de refugiados que albergan de 1.000 a 80.000 personas. Los espacios libres, como plazas, escuelas o los campos de deportes, están ocupados ahora por las víctimas del siniestro. A falta de tiendas de campaña en número suficiente, millares de familias se albergan con trozos de plástico o chapa. La llegada de la temporada de las lluvias dificultará aún más la situación. Al problema diario de la búsqueda de comida, distribuida solamente a las mujeres y bajo el control de los militares, se añade el de la violencia y las violaciones. A menudo, disparos de fusiles y metralletas taladran el silencio de la noche. Las ONG buscan en los campos y en los barrios a los niños que han quedado huérfanos y expuestos a todos los peligros.
Las Conferencias internacionales en favor de la reconstrucción de Haití se suceden, prometiendo millones de dólares. Un lenguaje tendente a la exageración en los medios de comunicación se atreve a hablar de “reinventar Haití”. Sin embargo, son numerosos los haitianos que cuestionan el uso de la ayuda. Incluso antes del terremoto, manifestaciones y artículos de prensa exigían servicios distintos del ejército (MINUSTAH) y los estudios de los funcionarios de la ONU. Marcados por el desempleo (70% en la capital), los jóvenes, que representan la mitad de la población del país, aspiran a encontrar trabajo gracias a la educación y a la creación de empresas. Un 80% de los haitianos graduados de la enseñanza superior viven en el extranjero, mientras sus capacidades serían preciosas en esta nueva fase de reconstrucción.
Actualmente, todo el mundo espera las orientaciones del Gobierno sobre tres puntos: 1) los estudios geológicos; 2) el nuevo plan de urbanismo, ya que no es en absoluto seguro que los edificios administrativos y escolares se reconstruyan en los mismos lugares del centro urbano; 3) la nueva normativa de construcción que debe integrar normas antisísmicas. El éxito de este proyecto dependerá de la revisión de los comportamientos y mentalidades precientíficas y anárquicas que multiplicaron los daños del 12 de enero. La reconstrucción pasa por el respeto de las leyes y del bien común.
Deberíamos hablar no sólo de la reconstrucción material sino también de la reconstrucción del hombre haitiano. Se establecieron algunos grupos de ayuda psicológica para facilitar la verbalización de las experiencias dolorosas y superar la ansiedad.

La “relectura” de los acontecimientos
La Iglesia organiza reuniones de “relectura” de los acontecimientos del 12 de enero. Se da la ocasión a cada uno de expresarse sobre lo experimentado y sobre los pensamientos suscitados por la catástrofe. Existen sentimientos comunes como la impresión de vulnerabilidad e impotencia. Algunos se creían ricos y seguros y de repente lo han perdido todo. Mientras que miles de heridos gritaban bajo los escombros, las personas que pasaban no podían a menudo hacer nada frente a las toneladas de hormigón. Alumnos murieron delante de sus profesores sin poder salvarlos; padres murieron atenazados por los escombros sin que su personas queridas pudieran evitarlo.
La fragilidad creó en algunos un sentimiento de vacío interior y el miedo a las viviendas sólidas. Los recuerdos de las 16:53 del 21 de enero permanecen inscritos en los cuerpos de manera indeleble. La menor réplica despierta un miedo profundo. “¿Por qué nos toca a nosotros?”; ¿Qué debemos hacer?”; “¿Qué espera Dios de nosotros?” He aquí algunas reacciones compartidas por un gran número de víctimas.
No podemos tampoco olvidar las heridas morales. Los saqueos tuvieron lugar mientras que la población permanecía en estado de shock. Algunos bandidos atacaron casas familiares, iglesias y conventos. Algunas religiosas fueron robadas por personas a las que habían ayudado, sin olvidar las injurias y los sacrilegios. Cuatro mil reclusos de las prisiones de Port-au-Prince huyeron durante la noche del seísmo mientras los muros se derribaban y sin la oposición de los policías y fuerzas de la ONU que habían abandonado el lugar. Entre estos presos había temibles criminales. En Haití, para decir que se entierra un asunto se utiliza la expresión “la investigación continúa”. No se ha dado aún ninguna respuesta satisfactoria a este acontecimiento turbio e inquietante. La reconstrucción de Haití pasará también por la sanación ética de una sociedad gangrenada por la corrupción, como ya habían denunciado los obispos haitianos en su último mensaje de Navidad.
El anuncio de la descentralización y los planes de ayuda se recibe a veces con escepticismo: “Lo mismo se dijo durante las inundaciones de Gonaïves en agosto de 2008 y nada ha cambiado.” El sentimiento de fracaso hunde también a algunos en la desesperación y la pasividad: “No existen los recursos morales necesarios para cambiar algo.”
Entre las reacciones al terremoto, un buen número son positivas: el deseo de compartir en vez de acaparar, el deseo de trabajar juntos más que querer conseguir las cosas solos, la sensibilidad hacia las necesidades de otros, la escucha paciente antes que la condena apresurada, relativización de los programas que han sido anulados por el acontecimiento, la igualdad entre ricos y pobres, religiosos y laicos, todos golpeados por la misma desgracia… El hecho de que todo el mundo duerma “bajo las estrellas” acercó a las personas. La omnipresencia de la muerte ha traído un sentimiento de humildad.
Personalmente fui testigo de hermosos testimonios de conversión: abandono de las prácticas animistas del vudú para volver a la Iglesia Católica, regeneración moral abandonando el adulterio, redescubrimiento de la fe.

El capital humano
El país perdió buena parte de su capital: universidades, escuelas, hospitales, iglesias, ministerios, bancos, etc Varios edificios simbólicos se hundieron como el Palacio Nacional y la Catedral. Pueden crearse nuevos símbolos. Esta puede ser la ocasión de aumentar el capital humano. San Pablo, hablando probablemente desde su experiencia, dijo: “Todo contribuye al bien para los que buscan a Dios.” El hombre haitiano ha salido herido de esta prueba pero puede también sacar provecho para crecer a fondo en su fe y en sus relaciones humanas hasta el punto de poder decir: “Bendito seísmo que me ha traído tal cambio!” parafraseando a San Agustín cuando exclama: “Feliz culpa que nos trajo un Salvador!”
Muchos se dicen que si Dios les ha dejado vivir es para una misión que deben cumplir y quieren discernir esta voluntad divina para vivir mejor. Los heridos pueden llegar a ser sanadores. Al plantearse las cuestiones fundamentales sobre el sentido de la vida y la muerte, el hombre haitiano puede llegar a ser más fuerte interiormente, más solidario y mejor.

Misterio pascual de muerte y resurrección
Ayer, fiesta del Jueves Santo, celebramos la misa crismal en la plaza de la Catedral en ruinas. La celebración pascual de la muerte y la resurrección de Cristo reviste una mayor importancia en este contexto de hundimiento. La fe en la resurrección pone al hombre de pie. El decaimiento moral y espiritual amenaza a las víctimas, cansadas después casi de tres meses de lucha por la supervivencia.
No olviden rezar por los que se murieron bajo las ruinas después de una larga agonía. Muchos de ellos, la imagen de Cristo en la cruz, orando por Haití y por el mundo. Hoy Cristo nos concede su gracia en respuesta a su sacrificio y a su oración. ¡Que la alegría de la Pascua renueve nuestras fuerzas y nuestra nueva esperanza en una “tierra nueva” y un “hombre nuevo”!

Fr. Manuel Rivero O.P.

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