P. Claudio LÓPEZ O.P.

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P. Claudio,   P i n:    In memoriam

¡Oye, Pin, estudia más, que vas a suspender!  

Los alumnos del colegio Santo Domingo de Oviedo y sus amigos le llamaban y conocían con el cariñoso nombre asturiano de Pin.

Era su expresión favorita en clase; luego lo llamaron a él, pero no le parecía mal.

NIÑEZ Y ADOLESCENCIA

Pin nació el 21 de febrero de 1932 en Feleches (Siero) (Asturias), en el barrio de Novalín, era el más pequeño de una humilde familia de 6 hijos, tres chicas y tres varones. Uno de los varones murió siendo muy niño y una de las hermanas, de vocación religiosa, no pudo culminarla porque falleció en la adolescencia.

 

Los padres fueron Claudio y Casimira, gente trabajadora, campesina, de muy escasos recursos, como la mayoría de españoles en aquellos años de finales de la guerra y principios de la posguerra. 

 

En momentos amigables y al recordar esta época, Pin la resumía en una sola palabra: HAMBRE. Desde muy niño esperaba con ansia los momentos de reunión entorno a la mesa para compartir lo poco o nada que había, resultaba entrañable oírle contar como, a esa edad tan primaria, su afán después del desayuno era prepararse para el almuerzo.

 

Pin sentía devoción por su madre; esporádicamente al hablar de Dña Casimira, solía resaltar su carácter afable, su bondad, capaz de dar lo poco que tenía a cualquier necesitado a pesar de la propia carencia, mujer de gran fe y especial devoción a la Virgen, una devoción que supo transmitir a todos sus hijos. Pin relataba que desde muy chico recordaba quedar dormido en el regazo de su madre cuando rezaban el rosario, y es que Dña Casimira iba añadiendo misterios, ora para los necesitados, ora para los pobres, para tal o cual conocido que estaba enfermo, ... etc. Con estas premisas no es de extrañar pues, que la fe y el amor a Dios, creciera en el seno de aquella familia con la mayor naturalidad; así José Manuel, el mayor de los hijos varones se sintió llamado a ejercer su vocación en el entorno parroquial; Claudio, el menor será llamado a ser dominico.

 

SER DOMINICO, su vocación

Desde niño consiguió Dña Casimira que el pequeño Claudio entrara en el colegio de los dominicos en Corias, donde cursó sus primeros estudios e inició el camino para desarrollar su vocación. Sus años de formación de estudiantado en el convento de San Esteban le ofrecen la ocasión de conocer y vivir en el Santuario de Nuestra Señora de la Peña de Francia, lugar al cual permanecerá fiel toda su vida y donde podrá vivir y expresar ese amor hacia María, que desde su más tierna infancia anidaba en su corazón.

 

En 1952 toma el hábito en San Esteban donde cursa los estudios de Teología, los de Filosofía en Las Caldas de Besaya y el 3 de marzo de 1958 es ordenado sacerdote en  San Esteban. Oficiará su primera misa el 6 de abril en su Feleches natal.

 

Fue destinado a la comunidad de su querida ciudad de Oviedo, donde dedicó toda su vida a la enseñanza, en el colegio de Santo Domingo. Tras muchos años enseñando en los primeros ciclos de bachillerato, pasó posteriormente a los ciclos superiores. Su constancia y decisión quedaron patentes cuando, con más de cuarenta años, inició los estudios de licenciatura en Historia del Arte, en la Facultad de Filosofía y Letras de Valladolid.

 

Como religioso era auténtico, claro en su vocación, amigo de sus amigos, padre para los jóvenes y menos jóvenes, hermano para sus iguales, maestro para los alumnos y querido por muchos, así lo define su buen amigo marista el P. Serafín:

"la imagen de tu persona merece un recuerdo para siempre: sencillo, bondadoso sin par, amigo de servir y ayudar a todos, desvelándose siempre por los alumnos, atendiendo espiritualmente a quien lo necesitaba o lo pedía, fiel a los amigos, ocurrente en tu manera de ser y agradecer; cuando eras más joven, cumplidor y exigente, aunque esta faceta fuera matizándose con la edad."

Fue un hombre singular, reservado y abierto, dialogante y callado a la vez, austero para con él y generoso para los demás, entablaba conversación con una facilidad asombrosa, presto siempre a ayudar al que le necesitara, sensible, atento, sincero, campechano ... pero sin agobiar, cuando le parecía que el momento o la conversación había terminado finalizaba la situación sin más, raramente se le convencía de lo contrario.

 

Le gustaba ayudar a quien lo necesitara, fuera de donde fuera, fuese quien fuese. A través de su labor pastoral y especialmente del confesionario, donde pasaba horas enteras, era capaz de llegar al alma de muchas personas, ya fuera en Santo Domingo, en la Peña de Francia o sus últimos años en la Virgen del Camino.

 

Pin dejó siempre sus más calladas aficiones para los momentos de ocio. Le gustaba entre muchas otras cosas la Medicina por sus amplios campos de investigación, pero nunca abogó por esa profesión, reconocía que la labor de médico exigía una total disposición y, para él, lo más importante fue siempre su vocación religiosa; ambas tendencias eran incompatibles si se buscaba una total entrega. 

 

Pin animó en sus años mozos el deporte escolar dirigiendo algún equipo de fútbol y estimulando con su alegría los juegos de los niños en el patio. El deporte en general y el fútbol en concreto, eran verdadera pasión lo que sentía. Tenía el orgullo de ser asturiano hasta la médula y por nada del mundo renunciaría a su amor por el equipo de fútbol ovetense. Su afición por el equipo del Real Oviedo era tal, que incluso el médico le aconsejó, en un momento determinado, no asistir a los encuentros, pues los vivía con tal intensidad, que podían llegar a ocasionarle problemas a su delicado corazón.

 

En sus años jóvenes practicaba con cierta asiduidad excursiones y recorridos por sus tierras asturianas principalmente, también en la zona de la Sierra de Francia recorrió sus innumerables sendas, caminos y "pueblitos" para conocer y vivir la belleza del lugar. 

 

Años más tarde descubrió por azar la fotografía y a ella se dedicó con ahínco. Una pequeña muestra de sus resultados están expuestos en esta web, donde nadie como él fotografió la imagen de la Virgen Morena.

 

A lo largo de los años, no solamente fotografió todo el Santuario, sino también muchos de los pueblos de las distintas sierras, de las Hurdes... peregrinos, fiestas, encuentros... todo aquello que le llamaba la atención. La fotografía le permitía captar esas pequeñas cosas que nos pasan desapercibidas en lo cotidiano. Valoraba como nadie la belleza de la luz, los reflejos del sol en la cumbre, los amaneceres siempre bellos en la cima de la Peña, el juego de luces en los atardeceres, el rostro inocente de los niños, la belleza y el color de las flores, la inmensidad de los valles... y siempre presente la imagen de la Virgen de la Peña.

 

SU IMPRONTA

Preguntar por Pin a los que conocieron al amigo, daría para una web entera, al tiempo que perdería la emotividad, el recuerdo y el cariño de la propia experiencia. 

 

Resulta difícil expresar y transmitir la vivencia de tu amistad. No eras hombre de hacer manifestaciones gratuitas, sin embargo a los que llevabas en tu corazón, sin mediar palabra nos lo hiciste saber; tanto llegó tu fidelidad a nosotros, que incluso en el último momento aplazaste tu marcha unos minutos para esperar que tu querido y buen amigo Daniel llegara a tu lado, le cogiste de la mano y luego ya, partiste en paz. Eran las 13,07 horas del día 13 de octubre de 2.004.

 

Su fidelidad a la verdad y al buen hacer, no siempre fue aceptado de buen grado por todos,  pero los que te conocimos y descubrimos tu "bienhechora humanidad" tenemos la alegría y la maravillosa vivencia de haber compartido contigo momentos únicos.

Allí donde estés vela por nosotros, querido Pin.

ANEXO:
RODRIGUEZ, Serafín

P.Claudio, Pin: In memoriam 

  "La Nueva España" 19.10.2004

LUCÍA "El tren de la vida"                

(Texto escrito y leído para su funeral)

   
   

ÁLBUM FOTOGRÁFICO